Editorial – Medidas acerca del gas natural

(El Mercurio. 26/09/2009)

La recién inaugurada planta de gas natural licuado (GNL) en Quintero resuelve el problema de asegurar la provisión de gas natural en la zona central del país, tras la triste experiencia con el proveniente de Argentina; esto permitirá volver a utilizarlo para reducir la contaminación en Santiago. Otras ciudades saturadas de contaminantes, como Temuco, no tienen acceso a este recurso por el momento.

El GNL, utilizado en reemplazo del diésel, gasolina u otros hidrocarburos, tiene la ventaja de emitir menos gases contaminantes, así como menos gases invernadero. Por eso, la ministra de Medio Ambiente ha anunciado que aquellas empresas cuyos permisos ambientales especificaban su uso deben volver a emplearlo, tras haber tenido que cambiar a otros combustibles por el incumplimiento argentino. Según la ministra, esta obligación debe cumplirse aunque el gas natural sea más caro que las alternativas. Pero tal argumento se justificaría sólo si las industrias no estuviesen cumpliendo sus obligaciones ambientales al usar otros combustibles. Si el requisito es utilizar un insumo específico, independientemente de las emisiones, sería ésta una intervención equivocada e indebida en el manejo de las empresas.

También el transporte público podría volver a explorar el gas natural. Aunque él no es uno de los principales emisores en la Región Metropolitana, tiene la ventaja de requerir una adaptación relativamente sencilla en el caso de taxis y colectivos. Dada esta nueva disponibilidad, las distribuidoras de combustible están planeando instalar expendios de gas para automóviles. Aunque el número de taxis y colectivos es una fracción pequeña del total de automóviles particulares en Santiago, recorren distancias diarias entre cinco y 10 veces mayores. Por tanto, los 45 mil taxis y colectivos en Santiago pueden generar emisiones significativas en relación con los automóviles privados. La transformación de los buses del transporte colectivo a gas natural es algo más compleja, pues se necesitaría adaptar la logística en los terminales, pero también ayudaría a mejorar la calidad del aire en Santiago.

Sólo hay un inconveniente: la actual discriminación contra el gas natural, al no haberse reducido el impuesto específico, como sí se hizo con la gasolina y el diésel. No parece existir razón alguna para no extender el mismo trato al gas natural. Incluso si éste no poseyera ventajas ambientales respecto de otros combustibles, discriminar en su contra violaría principios económicos básicos, más aún si el GNL produce externalidades positivas.

Igualar el tratamiento impositivo del gas natural sólo podría tener efectos benéficos para el medio ambiente de la Región Metropolitana.