Editorial – Intercambio de gas con Argentina

(El Mercurio.11/09/2009)

La construcción de una planta de gas natural licuado (GNL) en Quintero surgió como alternativa para reemplazar el gas natural argentino, el corte de cuyo suministro —bilateralmente acordado y protocolizado por ambos países, pero que luego fue incumplido— provocó severos problemas de abastecimiento energético en Chile. Este proyecto, liderado por Enap, se justifica en la medida en que se puedan asegurar contratos de largo plazo que comprometan cierta demanda mínima; de lo contrario no es rentable.

En este cuadro, dicha empresa se dispone a poner en marcha una iniciativa que le permita llevar gas natural licuado hasta la VIII Región desde el próximo año, construyendo un gasoducto con un costo aproximado de 400 millones de dólares.

Adicionalmente, con el lógico propósito de abaratar costos y aumentar la viabilidad económica de la planta de GNL en Quintero, Chile ha estado proponiendo a Argentina intercambiar gas en dos puntos del territorio. El planteamiento consiste en utilizar el gasoducto que conecta Santiago con Buenos Aires en la dirección inversa a la que se ha empleado hasta hoy; esto es, usando esa conexión para inyectar desde Chile hacia Argentina la misma cantidad de GNL que se planea enviar a la VIII Región, y que, como contrapartida a ello, Argentina inyecte igual volumen de gas hacia Chile a través del gasoducto del sur, desde Neuquén hacia Concepción. De implementarse esta modalidad, el flujo neto de GNL entre ambos países sería cero —ya que habría una compensación exacta de los volúmenes enviados en una y otra dirección—, pero Chile ganaría al ahorrar en costos de transporte, y Argentina se beneficiaría al recibir GNL directamente en Buenos Aires, ciudad en la cual ya se está utilizando este combustible para satisfacer sus necesidades de consumo.

Las autoridades trasandinas no han dado su beneplácito a un intercambio de esta naturaleza, argumentando tanto razones de orden técnico como problemas en el ámbito de las regulaciones vigentes. Entre otros variados factores, es probable que esa reticencia esté influida por el hecho de que le significaría al gobierno argentino renunciar al cobro del impuesto a las exportaciones que se aplica en ese país a los envíos de mercaderías al exterior. Esto, porque en la figura del “canje” tales despachos no serían considerados como una exportación.

Asimismo, esta actitud de rechazo a la propuesta chilena podría estar motivada por razones de índole estratégica, en el sentido de priorizar la mantención de una mejor posición competitiva de largo plazo con su gas natural, la cual se ve resentida si logra consolidarse en Chile el negocio asociado a una planta de regasificación de GNL, como la que acaba de comenzar a operar en Quintero. En cualquier caso, en la coyuntura actual los gasoductos existentes están prácticamente inutilizados, de manera que el costo económico de utilizarlos para transportar gas es mínimo.

Más allá de la lógica económica de una operación de canje de gas como la que está proponiendo Chile, conviene tener presente que las transacciones realizadas al amparo de algún mecanismo de “trueque” que vaya más allá de las operaciones comerciales corrientes, inevitablemente estarán afectas a interpretaciones discrecionales por alguna de las partes, que pueden derivar en conflictos y, eventualmente, en un fracaso de la operación.

Siendo así, lo más conveniente parecería ser que el intercambio de gas que se está planteando fuese realizado como si se tratara de transacciones comerciales corrientes, sobre la base de precios objetivos y al amparo de contratos que contengan razonables cláusulas de protección para los firmantes.