Editorial – Necesidad de regulación para carteles en espacios públicos

(La Tercera. 29/08/2009)

La dictación de regulaciones más estrictas afectaría a los legisladores de todos los sectores -quienes utilizan esta infraestructura durante las campañas, luego, es difícil que la promuevan, por lo que se requiere un esfuerzo de los ciudadanos para corregir esta situación.
Un reportaje publicado en este diario ha dado cuenta de la ausencia de una regulación general y actualizada sobre la instalación de carteles de publicidad en los espacios públicos, especialmente en calles y autopistas urbanas.

Se trata de una falencia que debe ser subsanada a la brevedad, porque, junto a otros factores de contaminación ambiental, como la del aire, la auditiva y la estética, la sobrepoblación de letreros afecta la calidad de vida de las personas e incluso, en muchos casos, pone en peligro su seguridad. Una solución básica requerida es que se dicte una regulación general para todo el país, con un marco moderno y que evite el desorden que hoy se aprecia.

La proliferación de carteles publicitarios en las ciudades del país, principalmente en las más grandes, es un fenómeno que ha ido en aumento y que ha desbordado completamente las pocas regulaciones vigentes. Según cifras de la Asociación Chilena de Publicidad, este rubro sumó más de $ 44 mil millones en inversión durante el 2008, lo que habla de la importancia que ha adquirido económicamente.

Estos avisos, como toda publicidad, cumplen con la función de informar a las personas y permitirles tomar decisiones de consumo. La actividad, sin embargo, debe realizarse dentro de un marco que evite que su instalación cause daños a terceros.

Por una parte, no existe una regulación general para todo el país sobre las especificaciones que deben cumplir los carteles, los lugares en que pueden ser instalados y las restricciones a que deben sujetarse -tamaños, distancias mínimas, iluminación, prohibición de elementos distractivos, entre otras- para no afectar el entorno urbano. Las únicas normas datan de 1977 y, con algunas modificaciones, se aplican hasta nuestros días en los caminos públicos -y por extensión a las ciudades- sin dar cuenta de los cambios producidos.

En lo demás, su instalación en los espacios públicos está entregada hoy a lo que dispongan las ordenanzas de cada municipalidad, generándose así un desorden de normas diferentes y criterios dispares.

Como la instalación de publicidad trae aparejados ingresos para los municipios, existe un escaso incentivo a introducir limitaciones que puedan convertirse en ventajas para que otros municipios concentren la instalación de los letreros. Por esa razón, la nueva regulación debería separar a la entidad que autoriza y fiscaliza la instalación de carteles de aquella que es beneficiada con los permisos cobrados por ellos, actualmente la municipalidad.

Adicionalmente, la dictación de regulaciones más estrictas afectaría los intereses de los legisladores de todos los sectores -que utilizan intensamente esa infraestructura en períodos de campaña, luego, es difícil que las promuevan-, por lo que se requiere un esfuerzo de los ciudadanos para corregir esta situación.

Entre los efectos negativos que hoy es posible apreciar están la contaminación visual y el deterioro del entorno, cuestión fácilmente constatable en muchas de las grandes arterias de Santiago y regiones.
Se da el contrasentido, por ejemplo, de que en los caminos interurbanos hay severas normas que obligan a instalar los carteles a distancias mínimas de la vía, mientras que en las ciudades los letreros están virtualmente encima de calles y autopistas. También es frecuente que estos carteles no respeten criterios mínimos de seguridad, afectando la visibilidad o generando distracción en los conductores.
En Chile se está dando una creciente importancia a la necesidad de respetar el medioambiente y mejorar la calidad de vida de los habitantes. Ese medioambiente no sólo es importante en el entorno natural, sino en el de las ciudades.

Dentro de esa calidad de vida está incluido el que las personas puedan vivir en urbes con estándares mínimos respecto de la contaminación visual, acústica y ambiental. Por ello, es urgente que se promueva una regulación general que evite la contaminación visual que hoy significa la instalación indiscriminada de carteles y avisos publicitarios.