Guetos del urbanismo-narco ¿cómo reacciona Chile?

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foto de flickr.com/photos/relajate

Hace un par de semanas la portada de la Revista Qué Pasa llevó por título “Santiago Ocupado” haciendo referencia a algunos barrios de la capital que hoy en día son auténticos guetos en los que ni siquiera entran servicios como ambulancias, bomberos, mantención de redes e incluso carabineros, por temor a bandas de narcotraficantes que han tomado el control de las zonas. En los diagnósticos se ha incluido variables como las políticas de Vivienda Social y el diseño urbano de estos sectores. Ante esto, realizaremos algunos comentarios, intentando avanzar hacia las posibles respuestas que desde la gestión de las ciudades se puede dar a estas problemáticas.

Primero que nada, es bastante interesante el poder ver cómo el discurso urbano preponderante del “paso de la cantidad a la calidad” (de los atributos de habitabilidad construyendo la mayor cantidad posible de vivienda a la valoración del emplazamiento y de la conformación de barrios) ha llegado al “mainstream”. Por decirlo de alguna manera; hay ahí un discurso urbano que antes era bastante periférico y hoy aparece en Qué Pasa. Bien por eso.

Sin embargo, hay más que decir, creo yo. Mi opinión personal es que gran parte del discurso de respuesta, desde la tecnocracia urbana, a estas patologías sociales que son cada vez más “urbanamente localizadas” (tanto espacial como conceptualmente), se han centrado en agregar la variable de emplazamiento e inclusión del “diseño urbano” sólo a los nuevos conjuntos de Vivienda Social, sin plantearse con fuerza respecto a qué hacer con la enorme porción de ciudad donde ya se vive el desastre.

En este sentido, los avances en las políticas de vivienda del MINVU son interesantes. Sin embargo, es paradójico que en el discurso en general reconocemos que el problema ya no son tanto los “sin techo” sino los “con techo”. Incluso si asumimos que hoy en día el tema de los allegados (más que los campamentos) sigue estableciendo una demanda gigantesca de vivienda, en realidad hay un problema nuevo que son estos barrios “ocupados” que obedecen ya a otro nivel de complejidad en cuanto a patologías sociales se trata. Sihacemos un vínculo con el discurso público fuertemente posicionado de la delincuencia y el narcotráfico, se trata de algo que debiese llamar nuestra atención.

Hay un nivel de evasión muy grande en la euforia que causan estos “avances”, puesto que la agenda de problemas urbanos está mutando hacia esta otra complejidad asociada a espacios que se transforman en guetos y “territorios ocupados”, como los denomina Qué Pasa. Paradójicamente, se incluye al diseño urbano y las políticas de vivienda como una de las causales, pero ¿tiene el urbanismo algo que decir frente a esto?

Aquí, a pesar de que para los diagnósticos hay bastante experiencia internacional (los guetos de “nuevos pobres urbanos” son ya viejos y hay casos emblemáticos como el South Bronx de los 70s en NY), en la respuesta hay una amplia gama de intentos fallidos, especulación y finalmente decisiones políticas. ¿A qué me refiero? Podríamos decir que hay dos ejemplos emblemáticos que demuestran cuán disímiles pueden ser las respuestas.

Lo primero probablemente es lo que inmediatamente en chile propondría cualquiera de los tres candidatos presidenciales del “mainstream”; hace poco ya se mencionó en los diarios la idea (probablemente salida de la boca algún arquitecto-creativo) de tomar La Legua y hacerle unas “perforaciones” con calles nuevas que la atraviesen para que los carabineros puedan pasar más rápidamente a realizar sus operativos. Personalmente me parece una aberración. Primero, porque centrar la resolución de un problema como éste en la represión, más que en proveer vías alternativas (reales y concretas) a quienes ven en el Narcotráfico la cara más cercana de la globalización y la re-distribución de la riqueza, es abordar los síntomas pero no la enfermedad. Segundo, porque, aunque evidentemente se necesite acción policial para cuidar el Estado de derecho, una acción como la de las perforaciones simplemente significa hacer que el problema se traslade a otro barrio, pero no que desaparezca.

Esta de más decir que al centro de cualquier visión debiese estar una crítica a las políticas públicas de educación. Cualquiera que haya estado en alguno de estos sectores puede deducir que es bastante más concreto, en este país de “emprendedores”, aspirar a la movilidad social “emprendiendo a los quince con un fierro en la mano”, que esperar la nada en la educación media. Y ni que hablar si miramos la brecha generalizada que afecta los estratos socioeconómicos bajos y la enseñanza municipalizada en el acceso a la Educación Superior, que es la mayor fuente de movilidad social (según el Consejo de Equidad). Pero volvamos a las intervenciones urbanísticas.


Biblioteca Parque España, Arquitecto Giancarlo Mazzanti. Fotografía: Sergio Gomez

El otro extremo es Medellín. En los noventas la situación era infinitamente peor que la descrita por Qué Pasa en Santiago. Se trataba de una ciudad entera tomada por las riñas y vendettas de narcotraficantes y sicarios. Hoy en día, se trata de uno de los referentes mundiales en recuperación urbana, administración edilicia, e incluso se hacen obras arquitectónicas de renombre internacional como la Biblioteca del Parque España de Giancarlo Mazzanti. Aunque evidentemente estas intervenciones forman parte de políticas en varias otras dmensiones, uno de los enfoques más notables ha sido centrarse en la dotación de equipamiento público orientado a la nivelación del capital cultural (bibliotecas) y a mejorar la incorporación de los sectores vulnerables a través de la conectividad que permiten nuevas infraestructuras de transporte. En alguna medida se puede ver una idea similar en algunas ciudades brasileñas.

Claramente se trata de dos posturas muy distintas. Aquí me parece central citar una discusión dada el año pasado durante el encuentro internacional sobre la “Ciudad Justa” realizado en Santiago. Una de las discusiones ahí planteadas sugirieron la existencia de dos modelos de “justicia urbana” en América Latina. Uno era el modelo colombiano, ejemplificado en Medellín. El otro era (adivinen) el chileno, caracterizado por un énfasis en modelos de alta eficiencia cuantitativa en cobertura, construyendo muchas viviendas y con una teología política articulada por la sociedad civil de elite que ha construido discursos como “un techo para Chile”. El resultado, sin embargo, con criterios centrados en hacer crecer una oferta privada que buscaba suelos baratos y construía buscando la economía de escala, han sido desde los 1980’s varios millones de chilenos viviendo en guetos con casas entregadas “llave en mano”. Hay comunas enteras compuestas así.

Es profundamente interesante darse cuenta de que Latinoamérica protagoniza un debate original que se transformará en la referencia para  gran parte del mundo que emerge hacia condiciones materiales similares. Es preciso que entendamos las opciones, y que nos demos cuenta de lo que hay que aprender del otro referente latinoamericano. Celebremos, además, que se incluya el discurso urbano en los diagnósticos, pero ya es hora de discutir qué respuestas queremos como sociedad. Hay ejemplos entre los cuales elegir.