Vecinos contra Viviendas Sociales en Curauma: ¿El fracaso de un modelo de integración?

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Curauma. Foto vía Flickr de heedman, bajo licencia CC

  • Goal! III rip
  • Curauma es un proyecto inmobiliario ubicado a pocos kilómetros de la ciudad de Valparaíso, a un costado de la ruta 68, que desde hace 12 años viene desarrollando proyectos de vivienda, así como equipamientos asociados que la han convertido en una verdadera ciudad satélite del puerto. La mayor parte de las viviendas de Curauma se concentran entre las 500 y 2500 UF, existiendo un 20% que supera las 2500 UF y que llegan a valores muy por sobre éste. Cuenta además con proyectos educacionales (colegios y universidades), supermercados, sectores  deportivos, industriales y de equipamiento en general, lo que la ha hecho ser llamada la ciudad nueva.

    Los últimos días los vecinos de Curauma se han movilizado en protesta por la construcción de un nuevo proyecto, ubicado en el sector norte de la ciudad satélite, llamado Puerto Esperanza, que cuenta con 44 edificios en 11 condominios de vivienda social, con departamentos de 55m2; Puerto Esperanza, desarrollado por la Corporación de Desarrollo Habitacional (Codeh), traerá a Curauma 3.000 nuevos vecinos (alrededor de 700 familias); pero los antiguos vecinos no están contentos con esta situación. La circular emitida por la Agrupación de Organizaciones Comunitarias de Curauma, manifestaba lo siguiente:

    “Todos nosotros ahorramos por mucho (…) para optar por un entorno de vida tranquilo, alejados de la delincuencia y ahora, ante la inminente construcción de estas viviendas, vemos amenazada nuestra seguridad y la de nuestros hijos, además de nuestro patrimonio que tanto nos ha costado lograr”

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    ¿Por qué resulta esto preocupante? Cuando el empresario Manuel Cruzat comenzó con este proyecto, se planteó como un modelo de ciudad integrado tanto en sus programas y usos como socialmente, muy en la línea de los paradigmas planteados por el gobierno con la constitución de las Zoduc (Zonas de desarrollo Urbano Condicionado) en Santiago. En el sector donde se emplazará Puerto Esperanza ya hay 1600 viviendas sociales, dato que si se suma a lo variado de los valores de las casas (500 a 12.000 UF)  dan clara evidencia de una voluntad desde un comienzo de integración. No es de extrañarse que en año de crisis haya un aumento de la actividad inmobiliaria basada en subsidios en relación al resto de las iniciativas, pero esto no viene si no a ser parte de una propuesta que desde un comienzo contemplaba este tipo de proyectos.

    El proyecto de Puerto Esperanza está en proceso de ser presentado al Serviu, y ya hay 700 familias inscritas. A pesar de esto, los vecinos de Curauma han declarado estar en conversaciones con abogados para interponer acciones legales e impedir que se construya.

    Los postulantes se tratan principalmente de personas que trabajan en servicios públicos y privados, y de adultos mayores. El Gerente de desarrollo de Curauma,  Cristián Colacci, declaraba ante este conflicto:

    “El proyecto se basa en tener una ciudad que acoge a todos los segmentos. Creo que es un poquito odioso discriminar pos ingresos, la gente tiene derecho a ubicarse correctamente en los sectores que las oportunidades van dando y Curauma está preparado para eso”.

    Lo que a mí juicio resulta más preocupante es que este episodio parece ser un fenómeno sintomático del fracaso de un modelo de integración que ha sido el eje central del planteamiento para el crecimiento urbano en el país; tal como en Curauma son los propios vecinos los que se oponen, ha ocurrido en Zoduc, donde por obligación se deben establecer terrenos para vivienda social, que estos terminan siendo áreas verdes por la imposibilidad de acceder a ellos para estos fines, debido al valor del suelo.

    Mientras más pasa el tiempo, más consenso hay sobre lo segregada de nuestra sociedad y ciudades, más políticas y proyectos para combatirla hay; pero a la vez más casos como los muros en Lo Barnechea, los conflictos en Peñalolén o este propio caso, nos dan cuenta de que los modelos de integración requieren por sobre todo de un desprejuiciamiento generalizado, que estamos lejos de lograr.

    *Todas las declaraciones citadas, fueran extraídas de La Tercera, el día 11.07.2009