Opinión – Falta gestión urbana en la ciudad

1870444709_z.jpg(El Mercurio, 14/10/2008)

Ing. Fernando Agüero G.
Presidente Colegio de Ingenieros de Chile

La construcción de cuatro megaproyectos inmobiliarios en la confluencia de las avenidas Andrés Bello, El Bosque, Isidora Goyenechea y Vitacura, más la habilitación de varios miles de nuevos estacionamientos en la zona, han generado un justificado revuelo por el caos vehicular que puede producirse. La preocupación aumenta por la apertura de los túneles del cerro San Cristóbal y la ejecución simultánea de importantes obras viales en la zona, como son la nueva Costanera Sur, la transformación de la rotonda Pérez Zujovic y los trabajos en Américo Vespucio o Alonso de Córdova. Todo esto vendría a agravar significativamente la severa congestión de tráfico que ya se produce en el sector.

Sin embargo, ninguno de los eventos señalados es malo por sí mismo, ni incumple alguna disposición administrativa o reglamentaria. Al contrario, ellos son originados por el progreso del país y corresponden a la densificación de algunas zonas en una ciudad que ya está demasiado extendida y a la habilitación de nuevas rutas viales indispensables para permitir una conectividad fluida entre las comunas.

El problema es que se perciben peligrosas improvisaciones en el desarrollo de estas obras en lo relativo a la interacción que se producirá entre ellas y la ciudad. Se escuchan muchos argumentos conducentes a deslindar responsabilidades, tales como “no nos corresponde” o “es de otra comuna” o simplemente “no hay recursos”, los que reflejan los intereses y puntos de vista de cada actor, pero nadie parece mirar el problema en su conjunto, con una visión de ciudad y no como proyectos individuales. Cada parte, ministerio o municipalidad, inmobiliarias o concesionarias, avanza con “su solución”, sin ocuparse de cómo interactuarán luego todas estas soluciones entre sí. Si se continúa por esta vía, efectivamente se producirá un colapso de proporciones en la zona, pero no necesariamente por las obras, sino por la incapacidad de adoptar oportunamente soluciones racionales y globales, que trasciendan los intereses particulares y que correspondan a criterios técnicos correctos. Cada obra en sí es un proyecto de ingeniería, y el conjunto de ellas también debe serlo, y no quedar expuesto a mitigaciones posteriores ordenadas por la autoridad política, o simplemente al “ya veremos cómo se arregla”.

En consecuencia, es posible concluir que si se produce un caos será por falta de gestión urbana en la ciudad, lo que conduce a desgraciados hechos consumados y búsqueda ulterior de posibles obras de mitigación. Se observa, al igual que en el caso del transporte carretero, y en particular del Transantiago, la falta de una autoridad urbanística integral y autónoma que materialice los objetivos estratégicos acordados en materia de desarrollo vial urbano, evitando acciones y decisiones incongruentes con el crecimiento y desarrollo de la ciudad. Debe ser una instancia independiente de la autoridad de turno, pues se abocará a materias de desarrollo más extenso que la duración de cualquier gobierno, integrada por expertos en urbanismo, ingenieros civiles y comerciales, ingenieros de tránsito y especialistas en materias ambientales y paisajísticas.

Esta institucionalidad por ahora no existe, lo que no implica que debamos resignarnos a un posible caos futuro en una zona de vital importancia en el funcionamiento e imagen de Santiago.
El Colegio de Ingenieros ha propuesto que en este caso, y de manera excepcional, tome cartas en el asunto la Intendencia Metropolitana, habilitada de autoridad suficiente para que ponga orden y aplique los debidos criterios de ingeniería para coordinar todas las soluciones parciales que existen, y a cada una de ellas con el resto de la ciudad. El colapso es aún evitable si se recurre a los mejores especialistas para determinar las soluciones más eficaces y proponerlas al amparo de un organismo con poder suficiente y resuelto a evitar problemas futuros que deberán administrar otros.

Sólo así podrá romperse la tendencia de los diversos actores involucrados a operar en forma separada e independiente, sin una efectiva coordinación. También puede esperarse que ante la Intendencia termine el hermetismo actual de las partes interesadas, tanto para dar a conocer sus proyectos y decisiones como para recibir y considerar seriamente los aportes de los vecinos, los particulares y los órganos intermedios de la sociedad.