¿Santiago Ciudad Privada?: Gestión, intervención y fomento hacia lo no colectivo.

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Hace unos días, los inversionistas tras el Edificio Costanera Center han entregado al ente técnico gubernamental una nueva alternativa de túnel subterráneo, como parte de las obras de mitigación al impacto que el aumento de estacionamientos y usuarios propuestos causaría alrededor de nuestro bien cotizado y global Sanhattan. Se suma a otros ofrecimientos ya conocidos, como la extensión de la línea 4 del Metro de Santiago a sus zócalos, con financiamiento compartido, o la salida desde los niveles de estacionamiento directamente hacia las autopistas urbanas “sin afectar” teóricamente el tránsito vehicular de las calles aledañas.

En plena crisis económico-político-energética, un conjunto de sucesos diversos, a primera vista aislados, permiten la inspiración y reaparición de una temática: la planificación urbana desde el poder económico; los mecanismos de implementación de las políticas públicas; y una abierta campaña de fomento para el uso del transporte privado individual. Todo desde la eficiente y naturalmente sectorial “iniciativa privada”.

Como un procedimiento plenamente aceptado, técnicos con criterios privados no solo están analizando y planificando sobre las infraestructuras de la ciudad, sino también proceden sin grandes cuestionamientos en la implementación de supuestas obras de mitigación. Cabe preguntarse que si estas últimas solo están beneficiando a sus usuarios, podrían estar yendo directamente al fomento de las costumbres a perfeccionar, contrarrestando indirectamente la implementación de otras políticas públicas, que sí intentan mejoras de la calidad de vida urbana en su compleja totalidad.

Aparece aquí por tanto la pregunta: ¿Hasta donde puede retroceder el Estado en su rol regulador, siquiera subsidiario, donde y cuando el mercado funciona en plenitud? Mientras los países con mayor estándar de vida urbana apuestan por el transporte publico colectivo, ¿Que hacemos en Chile después de nuestro primer fracaso, para reincentivar una ciudad de actos colectivos?

La exigencia paulatina de nuestros derechos ciudadanos no solo implica argumentos sanitarios, de seguridad, recreativos, estéticos, patrimoniales o de accesibilidad sobre el territorio (transporte público), sino también la disminución de los tiempos de viaje, que no solo van en directo impacto sobre nuestra productividad, sino también en gran medida, y aunque no lo hagamos siempre evidente, afectan sobre nuestra felicidad. Entonces, ¿Cómo y cuándo fomentaremos el transporte público colectivo como un proyecto de comunidad en el que finalmente todos seamos beneficiados?

No cabe duda que mientras el transporte público no mejore su calidad de servicio y el automóvil siga siendo un medio de transporte no compensado es imposible incentivar el cambio, aunque cabe señalar que pese a la compleja implementación del sistema, es aún aceptada la ventaja del metro sobre los futuros buses por corredores segregados. Vemos en el tren subterráneo una efectiva alternativa de movernos por la ciudad, y en parte, vaciar nuestras calles a favor de las externalidades positivas que un viaje controlado produce.

Determinar las gestiones consecuentes a fomentar al transporte público, en consecuencia desincentivando el uso del transporte privado, será medido a través de las señales que por un lado dé el parque automotriz: tras el fracaso del Transantiago, las ventas de autos subieron hasta 3 veces. Así, hoy en día hay un promedio de 6,6 habitantes por vehículo motorizado y el parque automotriz crece 12 veces más rápido que la población en Chile.

Con cierta claridad, las cifras demostrarán la efectividad de la implementación de las políticas públicas sobre transporte urbano, como también seguirán haciendo evidentes las complejas interacciones que la autoridad, la ciudadanía y el poder económico convocan al momento de pensar y diseñar la ciudad, con un Santiago que parece aún esquivo de su condición intrínsecamente diversa y colectiva. Los grupos de interés seguirán constantemente a prueba, estableciendo límites, avances y retrocesos, que con o sin voluntad manifiesta, darán las condiciones de su propia construcción.