Pobreza y Diseño (2)

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imagen original de flickr.com/photos/javierneira/

En el post anterior sobre Pobreza y Diseño, se discutieron ciertas instancias en las que las “disciplinas del diseño” participan como instrumentos para generar capital social, humano y económico, principalmente a través de procesos productivos de diversa escala. Ahora, como ya fue prometido, comentaremos la relación entre estas situaciones y los fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales en relación a la pobreza y el diseño en Chile.

El Concepto de Diseño

En primer lugar, me gustaría señalar algunas nociones sobre las que se basan mis opiniones. Respecto a la definición de “diseño”, me parece interesante repetir lo que Peter Lunefeld nos recuerda en el prefacio al libro Design Research: methods and perspectives editado por Brenda Laurel (MIT Press, 2003). Ahí se señala que un significado contemporáneo para “diseño” necesariamente se movería entre la definición hecha por Charles Eames en 1972, “un plan para organizar elementos para lograr de la mejor manera un propósito particular”, y lo que Serges Gagnon conceptualiza como “apropiación cultural de la tecnología”.

Ante tan amplio espectro de conceptos teórico-prácticos sobre el diseño me parece aclaratoria y optimista la visión que Bruce Mau construye en Massive Change (Phaidon, 2004). En este libro, desarrollado por Mau y el Institute Without Boundaries, se genera un manifiesto cuya particularidad es que sus argumentos son casos y personas que construyen un mapa de referentes a nivel mundial para probar la exitosa capacidad de la humanidad de diseñar su futuro. El diseño, en este sentido, encuentra una definición como triunfo político y técnico basado en la grandilocuente premisa de Richard Buckminster Fuller, citada en el libro: “la mejor manera de predecir el futuro es diseñándolo”.

El estudio de casos se basa en diseños exitosos del futuro, y requiere un concepto más incluyente de “diseño” puesto que cada vez más personas y ámbitos del conocimiento “hablan acerca de diseñar sistemas, diseñar organizaciones, diseñar organismos, diseñar programas”. El diseño como prueba de la capacidad del hombre de auto-determinar su destino es una definición que desde la técnica invade el campo de lo político. En este sentido, choca directamente con creencias heredadas y enraizadas en las elites de países como Chile. Tal es el caso de los preceptos de Friedrich Hayek, Premio Nobel de Economía de 1974 y referente de jóvenes intelectuales neoliberales chilenos de la actualidad, quien repudiaba el “exceso de diseño” entendido como una voluntad totalitaria propia de proyectos políticos que se oponen a el curso “natural” de la historia.

Un problema Global y Local

Volviendo a aterrizar en Chile, me parece que se trata de temas que son interesantes de contrastar con el medio local, donde no están ausentes. Ya mencioné en el post anterior el tema del capital social. Finalmente, poseerlo o no en relación a problemas centrales para la pregunta por el desarrollo en Chile, significa justamente capacidad de diseñar nuestro futuro. Todas las políticas de desarrollo del último tiempo han asumido que por la vía “natural”, sólo a través del crecimiento económico, por ejemplo, no alcanzaremos el desarrollo. Nuestra respuesta a la pregunta por el desarrollo es, en ese sentido, tremendamente anti-natural y, por lo tanto, un diseño voluntarioso.

Ahora, en cómo esta idea “grande” del diseño como triunfo político se traduce en el diseño “chico”, es decir, el campo de diseñadores, arquitectos, ingenieros, o cualquier persona que “diseñe”, pasa al menos por dos instancias. La primera tiene que ver con el capital humano para la consecución de objetivos específicos asociados a los problemas del desarrollo local; fundamentalmente innovación, ya sea ésta para la competitividad, en relación a ámbitos productivos, pero también en relación a ámbitos sociales. La segunda tiene que ver con la relación entre el diseño “chico” y el “grande”, ya no mediante los individuos que diseñan, sino a través de las instituciones que los agrupan y forman y especialmente a través de la sistematización de sus conocimientos: las disciplinas y ámbitos del saber. Si entendemos a éstos como conocimiento técnico – o al menos “operativo” –, es este conocimiento el que debe relacionarse con las decisiones que son parte del poder establecido por nuestro sistema de gobierno, de tal manera que las decisiones políticas sean informadas y no “rascas”.

Ahí las disciplinas del diseño tienen un trabajo que hacer. Esto quiere decir, no solamente “validar” y multiplicar al máximo su capacidad de producir valor en relación a sus intervenciones prácticas sobre problemas contingentes, sino también su peso en algo que conforma un saber social, desde las teorías del desarrollo hasta los imaginarios del progreso; la cultura.

Por ejemplo, si asumiéramos la palabra “diseño” en la complejidad que presenta hoy el acto de “diseñar”, no restringido a los “diseñadores”, y pensáramos en los problemas de la ciudad, podríamos hablar de un nuevo concepto de “diseño urbano”. Este concepto ya no se aplicaría solamente al diseño de espacios públicos ni proyectos de arquitectura de gran escala, sino a todos los aspectos “diseñables” de la realidad urbana, desde las instituciones abstractas hasta el medio físico. En ese caso, el diseño urbano, retomando los argumentos de antes, tendría que responder como mínimo a cinco aspectos teórico-prácticos: a la idea o concepto de ciudad, al problema de la gestión metropolitana, a la técnica y las áreas del conocimiento, a poder generar capital económico/social/humano, y finalmente a la construcción de la “demanda de ciudad”. Por esto último me refiero a la participación de todos los aspectos reseñados – concepto, gestión, técnica y capital – en la construcción de una visión de ciudad que, de alguna manera, logre articular lo que Norbert Lechner (IDH-PNUD 2004) denomina como subjetivación individual – el deseo de ser sujeto – y subjetivación social – el proyecto político; de esto depende en gran medida el fortalecimiento de la sociedad civil y el flujo que “desde abajo” aporte a nuestro desarrollo urbano ¿cuál es el rol de las profesionales del diseño y sus respectivas instituciones disciplinares en esto?.

La importancia de estos ámbitos del diseño en el problema político de la ciudad, depende de su participación en la construcción de una demanda; la definición y aparición pública de esa demanda contiene una escala de valores asociados a deseos y anhelos que son el punto de origen para definir las posibilidades de nuestras ciudades. Diseñar el futuro significa hacer lo que queramos.