Hoy en la prensa: ¿Se justifica una ampliación para Santiago?

1961922661_mercurioprms.jpgUno de los debates contingentes y más importantes en lo que respecta a ciudad se ha instalado estos días en la prensa nacional, llegando hasta las páginas de los periódicos más influyentes de Chile: La modificación del PRMS. Sobre este tema escribimos en este post, y esperamos seguir informando durante la semana.

Lo que me motiva a escribir este artículo es algo que me llamó mucho la atención hoy: en el decano de la prensa nacional salió publicado un reportaje (del que pido prestado el título para este post) bien interesante sobre el tema… lo curioso es que salió ni más ni menos que en el cuerpo E: “Artes y Letras”. No hay que ser demasiado rápido para darse cuenta de que esta decisión editorial nos está diciendo de forma muy clara de que al menos en este periódico estos temas de ciudad los consideran más cercanos de las Artes y la Literatura (Cuerpo E) que de la Contingencia Nacional (cuerpo C), la Economía (cuerpo B) y la Política (cuerpo D). Lo más irónico del asunto es que uno de los arquitectos que escribe una columna en el mentado reportaje es Alejandro Aravena, quién desde hace tiempo viene abogando porque estos temas se ubiquen en el lugar que corresponde para lograr los niveles de discusión necesarios dada la repercusión social que provocan…

A continuación el reportaje completo, con las recomendables columnas de Alejandro Aravena y Ramón del Piano:

“La ampliación de diez mil hectáreas del Plan Regulador de la capital es una propuesta del Gobierno ante la Comisión de Ordenamiento Territorial del gobierno regional. La proposición reactiva el debate sobre el modelo de ciudad que se busca para Santiago, más allá de las mera necesidad que impone su crecimiento”.

Ramón Delpiano, arquitecto

1114178595_veronica_zuniga.jpg“Muchas ciudades partieron en el cruce de dos caminos mostrando, al nacer, unas de sus características fundamentales: la Ciudad es un lugar de encuentros y eso es reconocer que los hombres necesitan reunirse entre ellos para sacar provecho unos de otros: lo que hoy llamamos economías de aglomeración.

Los siglos de su historia han demostrado que en cierto momento las dificultades para reunirse crecen hasta ocupar parte apreciable de sus vidas. Podemos decir que en grandes aglomeraciones existen costos innegables de vivir en ellas. No se sorprenda entonces, que en Santiago transportarse consuma un tiempo igual a la vida de 60 chilenos cada año y vamos imitando a Sao Paulo, que malgasta la de 125.

Nadie puede culpar a un Plan Regulador del crecimiento de una ciudad. Hoy Santiago crece tanto por el ingreso del santiaguino (pagan por más espacio) como por población y esto es una buena noticia. Hoy estamos con US$12.000 contra US$850 de ingreso por habitante de 1960. También es buena noticia.

Lo que no es una buena noticia es que con más dinero, no siempre se logra vivir mejor pues no es lo mismo “nivel de vida” (cuanto gasta) que “calidad de vida” (que aire respira).

El gobierno hace años postergó la Equidad Territorial iniciada en 1982 con la SUBDERE, otra mala noticia. Es decir, medidas para que otras ciudades compitan equitativamente con Santiago (ejemplos de la inequidad territorial son los US$5.000 millones del Metro pagados por Chile, para uso de los santiaguinos, como los US$1.200 millones que va costando el Transantiago, el que es una costosa muleta para permitir que Santiago circule, que también paga Chile)

Pese a ello muy pocos hoy en Santiago piensan seriamente en vivir en Rancagua, Quillota o Los Andes y el gobierno no vemás allá del Metro y el Transantiago. Así Rancagua, Quillota, Los Andes piensan a su vez en Santiago como una oportunidad de vida incentivada por las muletas que ellos contribuyeron a pagar.

Una solución al crecimiento desmedido va por la Equidad Territorial: si Santiago gastó 6.200. millones en el Metro y Transantiago, debe existir una política para que si Santiago no puede devolver lo que excede a su parte, el Gobierno desgrave a las regiones en el porcentaje que ellas invierten en Santiago.

Ello, aunque tengamos detractores, es una decisión oportuna para detener la espiral de tiempos perdidos y el conflicto ambiental que ya afecta a más de 200 fuentes de producción, paralizadas por sus emisiones en numerosas oportunidades.

El pago de estas externalidades ambientales será cada día mayor

Podemos también agregar que siempre será más fácil descontaminar 6 ciudades geográficamente bien ubicadas de 1.000.000 de vecinos que una con 6.000.000 de habitantes sumida en una hoya geográfica que se tapa cada invierno como es el caso de nuestra megalópolis. La montaña contaminante empezará a vivirse en Santiago el próximo mes, nuevamente hasta noviembre. Esta razón hará preferibles ciudades medias mejor emplazadas, si el gobierno las apoya con una acción audaz, bien pensada y sostenida. Chile casi despoblado espera a millones de santiaguinos que exceden tal óptimo urbano de alcanzado por el año 1940.

Entre tanto la condición de encierro de la ciudad más su conocida “inversión térmica” con saturación del aire que respiramos, comprometen la salud santiaguina pese a los esfuerzos de SESMA y la Intendencia: el Decreto 16/98, SEGPRES, la Ley 19.300 (1.994) y su DS 86 (1995) intentan inútilmente controlar emisiones en 6.000 industrias en el Gran Santiago, ¿Queremos aún hacer crecer el monstruo con más de las 400 nuevas industrias que se incorporan y 1.200 hectáreas con 60.000 nuevos santiaguinos cada año?

Ampliar el límite no es un capricho, pero tampoco una solución de fondo: logrando expectativas de empleo e ingresos en ciudades medias, nos permitiría decir: “Chile innova”.

Alejandro Aravena, arquitecto

2015656873_mario_munz.jpgEn primer lugar, creo que debemos sustituir el debate ideológico sobre la ciudad por uno centrado en las condiciones concretas bajo las cuales debiera construirse el espacio urbano.

La discusión sobre ciudad tiende a darse en torno a preguntas como: ¿es Santiago demasiado extenso o no? ¿Es poco denso o no? ¿Debieran construirse autopistas o no? Por esa vía perdemos tiempo; hay ciudades extensas que son buenas y otras que no, ciudades densas muy buenas y otras muy malas, autopistas que generan plusvalías y otras deterioro.

Sería bueno, como sociedad, que al discutir el nuevo Plan Regulador nos centráramos en las condiciones concretas que se debieran cumplir para que Santiago, dadas sus particularidades, fuera una buena ciudad.

En segundo lugar, me parece que la expansión del límite urbano, en principio, es una buena noticia, porque mientras más ciudad haya, mejor.

La ciudad tiene una doble condición de ser a la vez un vehículo poderoso para generar desarrollo y al mismo tiempo una herramienta redistributiva, una fuente de equidad.

En la economía globalizada, la competitividad de un país es directamente proporcional a su tasa de urbanización, porque la concentración urbana hace que las inversiones en infraestructura y servicios sean más eficientes. El éxito y competitividad de Chile se deben, en parte, al tamaño de Santiago. Dado que somos un país alejado y pequeño, haber contado con una concentración urbana de escala metropolitana ha sido un acierto. Por tanto, entender que un organismo dinámico y vital requiere seguirse desarrollando es una operación estratégica. (Más estratégico aún sería crearle “otro Santiago” a Chile, otra metrópolis, pero eso es asunto para otra columna).

En el futuro inmediato, lo que hará la diferencia, es lo que se conoce como las “áreas blandas” de la infraestructura: la creación de conocimiento, la que depende del contacto cara a cara de personas altamente calificadas, las cuales a su vez decidirán dónde vivir en el planeta guiados por la calidad de vida que las ciudades sean capaces de ofrecer.

Chile y Santiago cuentan con un capital importante para atraer a este tipo de personas: buen clima, relativa seguridad y conectividad razonable, tanto digital como física. El nuevo PRMS habría que juzgarlo por su capacidad de capitalizar estas ventajas.

Por último, si sobre algo hay acuerdo, es que Chile tiene un desafío pendiente con la desigualdad. Y ya casi un lugar común decir que para superar la inequidad hay que corregir la distribución del ingreso. Para que eso ocurra, no queda otra que mejorar la educación, porque una persona mejor educada puede acceder a un mejor empleo, con ello mejorar su ingreso y su calidad de vida. Pero esto, en el mejor de los casos, toma mucho tiempo. La ciudad, bien diseñada, puede ser usada como una atajo hacia la equidad, pues ella puede mejorar la calidad de vida de una persona, aquí, ahora, sin tener que esperar a la redistribución del ingreso.

La desigualdad se ve reflejada nítidamente en el espacio urbano de Santiago: hay un cuarto de la ciudad que tiene estándares urbanos de primer mundo y tres cuartas partes que tienen estándares de Tercer Mundo. Eso significa, por ejemplo, que las oportunidades están concentradas casi todas en el mismo lugar. A diferencia de otras ciudades de igual tamaño y extensión, Santiago tiene todos sus “centros” ubicados más o menos donde mismo: a lo largo del Mapocho. Eso explica los larguísimos desplazamientos de la gente que vive en las periferias con la consiguiente congestión, contaminación e ineficiencia general. La extensión de la red de Metro (US$ 2,600 millones), la red de autopistas concesionadas (US$ 2,000 millones) y el Transantiago (US$ 500 millones) buscan hacer más eficiente la manera de ir hacia las oportunidades. Pero si cuesta tanto moverse, en el sentido más amplio de la palabra, ¿no tendría sentido crear oportunidades ahí donde no las hay? Discutamos entonces, sobre la creación de un nuevo centro en Santiago Sur, que evite que estas nuevas 10.000 hectáreas vuelvan a depender de los mismos centros para trabajar, estudiar o hacer trámites.

Nota: La información citada y las imágenes corresponden al periódico nacional “El Mercurio”.