La ciudad de las casitas

Las ciudades crecen; crecen porque la gente quiere seguir viviendo o trabajando en ellas. Pero para esto deben satisfacer sus demandas habitacionales, cosa de la que se han hecho cargo las inmobiliarias. La respuesta que éstas dan a la necesidad por vivienda la podemos ver traducidas en dos modelos bien definidos de crecimiento: el de densidad (a través de edificios) y el de extensión, a partir de los conjuntos habitacionales.

Estos últimos con muchas –muchas!- casas, disponibles para un gran abanico de estratos socioeconómicos, de diferentes tamaños y colores. Sin embargo, al final, todas terminan siendo iguales: se perpetúa el modelo de la casa aislada con patio y antejardín, el estacionamiento y la reja.

¿Y qué pasa con eso? La ciudad se va conformando, a partir de estos conjuntos en grandes paños de ciudad absolutamente homogéneos en todo sentido: social, morfológico y, sobre todo, funcional. Un poquito aburrido, no?

Actualmente son las inmobiliarias las verdaderas constructoras de la ciudad que, en un juego de oferta y demanda, determinarán el dónde va a vivir la gente. El sector inmobiliario, cuando se dedica al mercado de la casa, actúa bajo una lógica operacional muy acotada, basada en construir grandes paños de terreno para poder utilizar economías de escala (sale más barato construir muchas casas de una vez; a lo menos 300). En el caso de Santiago, los grandes paños están siendo relegados cada vez más a la periferia (Maipú, Puente Alto, Quilicura, San Bernardo, La Florida, Peñalolén), por eso el fenómeno de la extensión.

A pesar de que hay casas de todos los precios (entre 500 y más de 10.000 UF), el segmento que concentra mayor venta es el entre las 1000 y 2000 UF, lo que equivale a los estratos socioeconómicos C2 y C3, principalmente. Esto se traduce en viviendas con un rango de superficie entre los 65 y 90 metros cuadrados, encarnados en alguna tipología georgian o inglesa (modelito barrio alto, pero en su versión ó pareada ó jibarizada).

Las empresas inmobiliarias tienen todas las libertades que desean para construir mientras se ciñan a la Ley y Ordenanza de Urbanismo y Construcción. (LGUC y OGUC). Entre una de las principales medidas se encuentra la de que, a la hora de lotear, se debe ceder un porcentaje de terreno a áreas verdes y equipamiento. Sin embargo, sucede que muchas veces las áreas verdes terminan siendo los retazos del gran paño, relegándolos a los bordes, ya que el objetivo es que quepan la mayor cantidad de casas (porque en la venta de éstas radica el negocio). De esta manera se pierde toda posibilidad de generar espacios céntricos, de reunión, para la llegada de esta gran cantidad de colonos, que con lo único que sueñan es su casa. Porque el barrio, como concepto, es el sueño que se ha comenzado a vislumbrar hace muy poco.

A la hora de publicitar los conjuntos lo que hacen las inmobiliarias es marketiar principalmente dos cosas: los atributos de las casas mismas y la localización respecto al entorno mediato del conjunto (es decir, muestran un gran plano de ubicación donde destacan la presencia de algún colegio o supermercado). Del conjunto se muestra muy poco o nada. Y esto lo podemos traducir en que verdaderamente la noción de barrio no se ha introducido en los intereses del mercado.

Y acá yo me pregunto, ¿cómo lo hacen los vecinos para comprar el pan? Al parecer a alguien se le olvidó hacerse cargo de las necesidades cotidianas de las personas… Por lo tanto, la posibilidad de autosustentarte en tu propio barrio se ve cada vez más lejana. Ó te subes al auto y vas al subcentro comunal más cercano o cruzas los dedos y esperas que tu vecino ponga un almacén. Pero ésta última opción es complicada: si vives en un condominio, al ser copropiedad, todos los vecinos tienen que estar de acuerdo con la moción. Y si vives en el barrio alto, olvídate de la posibilidad de que un vecino transforme su casa en un negocio.

Por esto, es hora de que pongamos ojo en la escala territorial actualmente abandonada: el barrio. Si queremos una ciudad más amable y sustentable no se puede seguir urbanizando sólo en base a vivienda. Es necesario anticiparse al mix de usos, prever la necesidad de servicios y comercio a una escala peatonal ya que, finalmente, son estos los verdaderos atractores de personas y por ende los lugares que nos permiten encontrarnos y conocernos. Una legítima manera de afianzar el sentido de pertenencia con el propio territorio.

Fuente de imágenes y textos: “La casa de mercado y la conformación del barrio”, tesis en curso de Gabriela Villalba