Barrio v/s Desarrollo Inmobiliario. Round 1: Ñuñoa

En el último tiempo se ha puesto en boga el tema del desarrollo inmobiliario versus la destrucción de barrios consolidados. Las entidades públicas no han sido capaces de anteponerse a este problema, por lo tanto la ciudadanía ha tomado cartas en el asunto (el caso de la Plaza Las Lilas ha sido el ejemplo emblemático).

Hace unos meses los vecinos de Ñuñoa comenzaron a dar la pelea por el excesivo boom inmobiliario que se ha dado en su comuna (el año pasado se aprobaron 45 permisos de edificación para torres residenciales, de los cuales 35 superan los 10 pisos). Una de sus principales voceros, la arquitecta Verónica Adrián, afirma que se está generando una verdadera ruptura de la escala humana:

“El concepto de vivienda de gran altura aparece como un contrasentido respecto del tejido urbano dominante – de fachada continua y baja altura – pues promueve un sistema habitacional anónimo, hermético, parapetado y dependiente del vehículo particular. Por si mismo niega toda posibilidad de interacción social en el barrio, son entidades que se suman pero no se integran.”

“Estamos asistiendo a una verdadera masacre urbana en la comuna de Ñuñoa, gran parte de su patrimonio urbano arquitectónico está cayendo bajo la picota del negocio inmobiliario, el cual ha encontrado un más que favorable nicho en el contexto actual de la planificación urbana de la comuna, con un Plan Regulador absolutamente permisivo, pues promueve la liberalización de alturas de edificación en la mayor parte de los sectores históricos de su territorio.”

Sin embargo, no sólo se alega que se está alterando la vida de barrio del lugar -donde la escala de lo construido lo permite-, o se está destruyendo el patrimonio arquitectónico existente, sino que se también se está debilitando el tejido social, están disminuyendo los niveles de asoleamiento debido a las alturas de las torres y se está privando de áreas verdes, ya que las losas de los zócalos de edificios, al estar destinadas a estacionamientos, no permiten que crezcan árboles. El comercio de barrio, implementado en pequeñas casas que se adaptan para ello, también se ve amenazado, ya que los edificios construidos se retranquean respecto a la línea de edificación y quedan resguardados tras una reja. También la saturación de las redes de servicio es un tema no menor, ya que la densificación ha llegado a niveles altísimos.

Otro de los problemas que sale a flote es que la Municipalidad arguye que no se puede hacer directamente cargo de este fenómeno declarando, por ejemplo, “zonas de protección” ya que rayaría lo inconstitucional: al afectarse el derecho de propiedad se limitaría que los vecinos dispongan libremente de sus bienes. Por eso un Plan Regulador puede ser un arma de doble filo para muchos: si tienes suerte (buena o mala, dependiendo del punto de vista), tu terreno va a estar emplazado en una zona de edificación que permite gran altura. Buena suerte si quieres hacer negocio con tu propiedad o pésima si no quieres cambiarte de casa, te gusta tu barrio, no quieres vender y te van a construir una torre al lado. Por esta razón, el Director de Obras Municipales afirma: “… no vamos a salir a gravar sus propiedades si esta petición no viene desde ellos mismos”.

Por esto en mayo los vecinos de Ñuñoa juntaron firmas para poder realizar una audiencia pública con alcalde, para poder exigir un nuevo Plan Regulador para su comuna, que vele por los verdaderos intereses de sus habitantes. Esta se llevó a cabo hace un par de semanas y se solicitó –en forma casi unánime- el congelamiento de los actuales permisos de edificación en altura, de manera de garantizar un proceso democrático y participativo por parte de los vecinos para definir el futuro de su hábitat.

El caso de Ñuñoa es otro ejemplo más de la movilización de los vecinos y cómo éstos pueden defender sus derechos ciudadanos. Al final son ellos los verdaderos propietarios de la comuna al poseer, aunque sea una porción muy pequeña, un fragmento de su territorio. Por eso somos los ciudadanos quienes debemos decir cómo queremos que sea el lugar donde vivimos y, una vez hecho el concenso, hacerlo valer. Esperemos que a futuro la voz de los vecinos despierte, y antes de que empiece a ser demasiado tarde, como está sucediendo con Ñuñoa.