CENTROS VACIOS

¿Por qué el aspecto de Varsovia y Berlín tras la Segunda Guerra Mundial no es muy distinto al del centro de Johannesburgo o Detroit en la actualidad? Es evidente que ni Johannesburgo, ni Detroit, ni St. Louis, ni Leipzig, ni Liverpool, ni Manchester han sufrido una guerra en los últimos años. Pero las ruinas están.

La imagen es la misma, y sin embargo, la misma fotografía cuenta historias distintas. Detrás se han dado procesos heterogéneos, peculiaridades locales, causas y accidentes, en apariencia, únicos. La paradoja está servida. La desindustrialización, el desplazamiento de las inversiones, el abandono de los servicios, la pérdida de población y la ocupación precaria, espontánea y sin planificación, conducen al mismo cuadro que dejaría tras de sí un conflicto bélico. La decadencia y la decrepitud se apoderaron de los centros urbanos. Entonces, cuando eso ocurre, todos los vacíos se parecen. Las ciudades quedan asoladas.

Dicho proceso no ha tardado en ser bautizado como “Shrinking Cities”, aludiendo a las ciudades agonizantes que disminuyen su población a un ritmo vertiginoso. Un estudio comparativo dirigido por Philipp Oswalt sugiere que esta crisis también puede aportar innovaciones. En febrero del año pasado Berlín acogió una exposición con el mismo título y el próximo mes de septiembre se presentarán las conclusiones de la segunda fase en Leipzig. El Gobierno alemán ha contribuido con 3,3 millones de euros a la investigación.

Urbes vivientes
Dicho fenómeno afecta visiblemente la Alemania del Este tras la reunificación, pero otras ciudades como Johannesburgo, St. Louis y Phnom Penh también han visto las cifras de su población reducidas en un tercio.

En el polo opuesto, una ciudad como Lagos tendrá 24 millones de personas en el 2.015 y según los cálculos de un estudio liderado por el arquitecto Rem Koolhaas, puede convertirse en la tercera ciudad del mundo. “Lagos Wide and Close” (2005), un DVD de edición reciente y con comentarios del mismo experto, da la imagen de una ciudad densa, donde el flujo de los desplazamientos resulta casi imposible, al borde del colapso, y más allá de cualquier atisbo de planificación. Con todo, Koolhaas, el más genial de los arquitectos, se confiesa sorprendido por la inteligencia que descubre en la ciudad. Sectores enteros ocupados en el reciclaje sistemático de desechos, barriadas inmensas convertidas en la mayor exposición del mundo dedicada a la electrónica, y la coexistencia de vías de comunicación junto a miles de cuerpos que amenazan con ahogar el tráfico, todo ello ocurriendo sobre el mismo espacio.

Mientras tanto el helicóptero sobrevuela Lagos y la multitud es sólo una mancha, Koolhaas se pregunta si planificar todavía tiene algún sentido. Philipp Oswalt propone lo que él denomina una planificación flexible, sugiriendo que no es del todo necesario construir para intervenir en el desarrollo de la urbe. “La planificación urbana dentro del contexto del decrecimiento puede ser muy reactiva”, explica. ¿Pero, qué es lo que puede crecer sobre las ruinas de una ciudad muerta?

La presente edición de “PhotoEspaña”, revista dedicada enteramente al tema de la ciudad, proporciona testimonios fotográficos de culturas urbanas asentadas sobre cenizas. Aunque las fotos de Guy Tillim (Johannesburgo, 1962) y Stan Douglas (Vancouver, 1960) parezcan momentos terminales, sus respectivos documentos de Johannesburgo y Detroit descubren los valores intrínsecos en los momentos más críticos y decrépitos. Sus cámaras no están para captar lo que desaparece, sino lo que está por venir.

Hierba sobre el Asfalto
Las vistas que Stan Douglas tomó a fines de los 90 muestran un centro de Detroit desierto, objeto de una catástrofe silenciosa, sin apenas testimonios: sólo la hierba crece donde antes había asfalto y nadie irrumpe en el encuadre. Dada la ausencia de personas, Detroit es como si agonizase por causas naturales. Los incendios se adueñan de los pocos edificios que se mantienen en pie y la ciudad es el escenario de una negligencia planificada que apenas necesita la colaboración humana. El tiempo hace su trabajo.

En el centro de Johannesburgo los inquilinos de un edificio de viviendas combaten el mismo tipo de abandono intencionado que azota Detroit. Pero allí el descuido de los propietarios topa con una resistencia. La presencia humana de inmigrantes que huyen de conflictos violentos y luchas étnicas. Un centro otrora próspero, abandonado por los blancos alrededor de 1990, se convierte en refugio de los más pobres. En este nuevo centro cualquier vestigio de servicio público ha desaparecido poco a poco, bajo la mirada indiferente de corruptos agentes de la propiedad.

Si Stan Douglas muestra su predilección por lo pintoresco, Guy Tillim mantiene su registro dentro de los límites del fotoperiodismo. Pero en ambos casos la fotografía identifica una transición, una fase en la que se cataliza un nuevo uso del espacio urbano sin la presencia de constructores. En Detroit la vegetación reconquista la urbe que a principios del siglo XX emblematizó la industria del coche. En Johannesburgo los inquilinos reinventan los mecanismos de comunidad en el interior de un bloque desahuciado. Tiendas, bares y viviendas improvisadas dan nueva vida a la ruina.

Pero la clave está en los titulares de periódicos que empapelan una habitación fotografiada por Guy Tillim. El clima violento que rodea estas formas de subsistencia se hace explícito: “La turba impone su justicia”, y “Rabia por la falsa noticia de un secuestro”. Una tras otra, se suceden cascadas de catástrofes, que alguien diría diseñadas para aniquilar el centro de la ciudad. Arrancado el corazón y arrojado a los suburbios, no queda rastro de vida urbana. Por eso, si el centro de esas ciudades recuerda un campo de batalla es porque algo parecido a una guerra ha tenido lugar. Una guerra conducida por nuevos medios.

La Vanguardia
(The New York Times Syndicate)